Este hotel está construido en una de las manzanas del tejido urbano ortogonal del tradicional barrio de El Poblado, en Medellín. La nueva construcción completa el bloque y lo atraviesa, creando un paso peatonal, un parque interior y nuevos espacios semipúblicos: un pasillo, escaleras, un patio, un podio, andenes, terrazas y una plaza cubierta. El edificio en sí es un cruce urbano con una configuración permeable. Tiene varios accesos y está rodeado de vegetación autóctona. Este edificio está diseñado para que la vida cotidiana de la ciudad coexista con las actividades del hotel y sus usuarios. Ha sido concebido como un epicentro, un centro de eventos culturales diversos que buscan promover las industrias creativas locales a través del arte, eventos gastronómicos, ferias, conciertos, teatro, vida nocturna y diversos tipos de recreación. La vida del hotel y de la ciudad debe mezclarse y complementarse.

Este hotel cuenta con más de diez tipos diferentes de habitaciones compactas, agrupadas y apiladas en volúmenes de diferentes tamaños (celdas habitables), separadas por balcones, jardines y terrazas, donde el clima tropical puede acceder y afectar al edificio con sus corrientes de aire fresco, vegetación autóctona y temperatura agradable. Cada habitación tiene una ubicación única en el edificio, según su altura y su relación con el exterior o el interior del edificio: hay habitaciones de esquina, habitaciones hacia el patio, hacia el pasillo o hacia las calles exteriores. Los pasillos del edificio están iluminados con luz natural. Las terrazas habitables son de diferentes alturas y tienen vegetación perimetral. Funcionan como observatorios de la ciudad: la montaña y los edificios del barrio de El Poblado- se disfrutan hacia el este, mientras que la vista del valle se abre hacia el oeste. El hotel también está lleno de actividad: tiene piscina, bares, restaurantes y un cine al aire libre.

La estructura del edificio está diseñada para tener una gran iluminación y permitir el paso de personas a sus áreas semipúblicas. La expresión de las fuerzas estructurales del edificio es parte de su forma. El edificio fue pensado como una gran máquina pesada y perforada, resistente y amigable. El edificio cuenta con una red interna con conectividad a través de varios puntos fijos (siete escaleras, seis ascensores), pasillos, entreplantas, rampas y puertas, dando flexibilidad y abriendo dinámicas singulares a cada tipo de evento. Cada visitante puede pasear por los diferentes espacios del edificio donde se desarrollan las agendas culturales y la interactividad (micro experiencias) y la curiosidad es recompensada. Hay un solo color que domina todo el edificio y sus elementos: el color de las sombras. En Medellín, el sol fuerte genera sombras definidas todo el tiempo. Los tonos varían en intensidad pero siempre usan una gradación de grises. Este edificio participa de esa misma paleta, y más que un volumen pretende ser una sombra que destaca y contrasta con la intensa vegetación del interior y del entorno. Sin embargo, sus matices grises le confieren una personalidad propia en Medellín.

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Fuente: archdaily

Imágenes de Alejandro Arango