El FTS 300 se construyó en el marco del Proyecto de Apoyo a las Escuelas Públicas del Uruguay (PAEPU), que brinda capacitación en servicio a los docentes del FTS y ejecuta la infraestructura necesaria: proyecto, ejecución, equipamiento y mantenimiento del FTS en todo el territorio nacional.

La escuela pública uruguaya tiene una gran tradición y ha sabido responder a situaciones sociales adversas: A principios del siglo XX, las «Escuelas al aire libre» para niños con tuberculosis. A mediados de siglo, el Programa Rural con horarios extendidos y alimentación para enfrentar la pobreza en las zonas rurales.  El actual programa de Escuelas de Tiempo Completo (FTS), enfrenta el reto de una sociedad fragmentada y territorialmente desagregada, generando escuelas homogéneas que reflejan las características de su ubicación. Por lo tanto, los FTS buscan mejorar las condiciones de equidad de los niños en situación de pobreza.

El FTS N. 300 de Colonia Nicolich, es un nuevo colegio, creado para responder al crecimiento acelerado de la zona. La zona era semirural y se convirtió en una zona urbana. Esto supuso la construcción de nuevas viviendas y un Centro Educativo con la nueva escuela, un Instituto de Formación Técnica y un gimnasio para ambas instituciones.

La escuela es el primer sitio de construcción construido en el área para propósitos institucionales. El edificio inicia el proceso de transformación y contención institucional, en respuesta a los cambios locales. Buscamos entonces diseñar un edificio con materialidad sólida, adecuadamente mantenido y embellecido a lo largo del tiempo, y lo suficientemente cálido como para recibir a la nueva comunidad.

El ladrillo visto es un material con una larga historia en la arquitectura nacional y con importantes raíces en nuestra cultura. Es un material que merece respeto y con el que existe una relación casi emocional. Trabajar con él implica trabajar con la historia de las arquitecturas nacionales y con la experiencia de toda la comunidad.

Así, diseñamos una escuela con un patio en forma de «U», que al mismo tiempo proyecta el edificio hacia el paisaje rural que aún persiste en la distancia, con la envolvente continua de una pared de ladrillo visto. Una piel gruesa que protege y filtra, que nos permite ver y vivir con el exterior desde un lugar seguro y cálido.

La variación de esta envolvente de ladrillo responde a las diferentes necesidades del programa y a la orientación del edificio. De esta manera, se vuelve más o menos permeable, más o menos integradora.

La escuela tiene un gran acceso que acoge generosamente, logrado con un gesto sencillo y contundente. La inclinación del plano de ladrillo visto envolvente genera un espacio de amplia transición, de encuentro, con gran apertura hacia la comunidad.

Fuente: archdaily

Imágenes de Mariana Cecilio para archdaily.